No hay nada mejor que el cara a cara



EL sábado me levanto de la cama y encuentro en la "Ñ" revista de cultura argentina una entrevista Román Gubern, un semiólogo español, teórico del cine y de las imágenes audiovisuales. Mientras la leía se me mezclaron las sensaciones en carne viva que traía de la defensa del proyecto del Posgrado de Flacso en "Educación y Nuevas Tecnologías" en forma presencial.

Durante el año formamos grupos a distancia y nos encontramos cara a cara con compañeros ese día. Igualmente con mi pequeño grupo nos reunimos un día antes. La experiencia de encontrarnos fue fabulosa. Nos comparábamos constantemente con la foto de cada uno subida a la plataforma en relación a los que veían nuestros ojos. Escuchar la sonoridad de las palabras de boca de algunos que los leíamos en los foros. Las intervenciones de nuestra tutora, Susana.

En el intervalo fuimos con un grupito a almorzar a un barcito de la calle Corrientes. Y en un momento de la charla me di cuenta del valor de lo presencial, de ver los rostros, del cuerpo presente, de la importancia de lo físico. No hay como el contacto en carne viva. Si me apuran un poco prefiero el cara a cara, piel con piel. Y en términos educativos me acordé de Roland Barthes que habla de la enseñanza como un cuerpo cargado de sentido, y generar el conocimiento como un campo de deseo. A veces paso tanto tiempo en la máquina que creo en la nostalgia corporal. Lo imaginario inunda nuestras relaciones virtuales, pero no hay que hacerle, lo real es lo real.

Roman Gubern reivindica las discotecas como espacios en los cuales los cuerpos se desean, se muestran, entran en contacto. Y lo real inquieta. Las relaciones presenciales son inquietantes, pero fascinantes. En los "boliches" como decimos en Argentina, el cuerpo es el protagonista. Pero el desafío es llegar al otro. Llevando a esta inquietante realidad argentina juvenil que los fines de semana la violencia es parte del encuentro juvenil, para mí es una muestra del desborde energético de lo descontrolado. Lo real es lo real y lo imaginario es en parte controlable. Al vivir en una cultura del simulacro al decir de Baudrillard, hay jóvenes les cuesta tolerar lo real, al otro que nos es el imaginado, su propio reflejo. La cultura del YO.

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